
Más allá del Mito: Una Crítica Analítica al Concepto de Cultura Etílica en Venezuela’ y sus Repercusiones Socio-Sanitarias
Por Raymond Orta, Investigación Asistida por IA
I. Introducción y Deconstrucción Semántica del Término
I.1. Planteamiento de la problemática: La «mal llamada» cultura etílica
El discurso popular y mediático en Venezuela a menudo hace referencia a una presunta «cultura etílica», sugiriendo que el consumo de alcohol es una manifestación intrínseca y benigna de la identidad nacional. Sin embargo, un análisis riguroso de la problemática revela que esta etiqueta es, en esencia, un eufemismo que enmascara una crisis de salud pública y un fenómeno social mucho más complejo. La intención de este informe es deconstruir la noción de esta «mal llamada» cultura, examinando sus orígenes, sus patrones de consumo, sus devastadoras consecuencias y la inadecuada respuesta institucional. El objetivo es ofrecer un diagnóstico fundamentado que permita redefinir el problema y sentar las bases para estrategias de intervención más efectivas, alejadas de la visión folclórica y superficial.
I.2. Delimitación conceptual: Cultura, Tolerancia y la «Fachada Cultural»
Para entender la naturaleza falaz del término, es crucial establecer una distinción conceptual. Una cultura auténtica se define por prácticas y rituales que son conscientemente aceptados, celebrados y transmitidos de generación en generación. No obstante, el consumo de alcohol en Venezuela, en muchas de sus manifestaciones, opera bajo un mecanismo diferente. La investigación indica que existe una «tolerancia social a la ingestión excesiva» y lo que se describe como una «fachada cultural que tiende a disimular la ingestión».1 Esto sugiere que el comportamiento, lejos de ser una expresión cultural positiva, es una patología social que debe ser activamente ocultada o normalizada para evitar la confrontación.
Esta «fachada cultural» no es un accidente sociológico; es una respuesta activa a la disonancia entre la idealización del consumo y sus consecuencias perjudiciales. Una cultura genuina se exhibe y se celebra abiertamente, sin necesidad de disfrazarse. La necesidad de «disimular» la ingestión excesiva 1 demuestra que la sociedad, en algún nivel, reconoce que este comportamiento es problemático, pero en lugar de confrontarlo, opta por la negación colectiva. La tolerancia social actúa como un facilitador pasivo, permitiendo que el problema crezca sin ser cuestionado, mientras que la «fachada» es el vehículo narrativo que evita la censura y perpetúa el ciclo. La supuesta «cultura etílica», por tanto, no es más que la manifestación de este mecanismo de disimulo, un relato conveniente que oculta un problema de adicción, dependencia y desintegración social.
II. El Contexto Histórico y Social de la Construcción del Consumo en Venezuela
II.1. Raíces históricas: Del sincretismo ancestral a la necesidad colonial
El consumo de bebidas alcohólicas en el territorio venezolano no es un fenómeno reciente. Antes de la llegada de los colonizadores, las comunidades prehispánicas elaboraban una variedad de bebidas fermentadas, como el cachiri de los caribes o el cocuy, extraído de la penca de agave.2 Estas bebidas estaban ligadas a rituales, prácticas comunitarias o eran un subproducto de la agricultura local, como la yuca o el maíz. El consumo era parte de una cosmovisión diferente y no estaba inherentemente asociado a los problemas sociales que se manifiestan en la actualidad.
El punto de inflexión se produce con la llegada de los españoles. El material consultado revela una relación patológica temprana, en la que el consumo de aguardiente se vinculaba directamente a la miseria de los esclavos, quienes bebían por la «pobreza en que vivían» y porque sus amos no les asistían con justicia. El alcohol se convirtió en un medio de intercambio por frutas y fue objeto de contrabando y venta sin control.2 Esta asociación del alcohol con la pobreza, la necesidad y el comercio informal desde la época colonial es un elemento fundacional que desmiente la noción romántica de una «cultura etílica» puramente festiva. En sus orígenes, el consumo ya era un vehículo para el escape de la desesperanza socioeconómica.
II.2. La construcción de un mito: Publicidad, estereotipos y la «dionisiaca» narrativa comercial
Si bien el consumo tiene raíces históricas vinculadas a la necesidad, su percepción moderna ha sido meticulosamente construida por la industria publicitaria. La «cultura etílica» contemporánea es, en gran medida, un constructo de ingeniería social que explota las vulnerabilidades humanas para fines comerciales. La publicidad de bebidas alcohólicas se ha caracterizado por crear un «universo simbólico» donde el consumo se asocia con la «fiesta, la noche y el sexo».3 Se utilizan estereotipos que asocian el producto con la desinhibición, el erotismo y el éxito social, en un intento deliberado de desvincular el alcohol de sus efectos sedantes y depresores, los cuales se ha demostrado que tienen consecuencias inhibitorias sobre las funciones cognitivas y la libido.1
Una de las manipulaciones más significativas de esta narrativa publicitaria es la evitación sistemática de la representación del consumo en soledad. El alcohol es casi siempre mostrado en compañía, rodeado de amigos, en un contexto de diversión.3 La razón de esta representación es clara: el consumo individual remite a la «soledad y a la embriaguez», situaciones que tienen una «connotación negativa» y que la publicidad busca eludir a toda costa.3 La evitación de la soledad en la publicidad es particularmente relevante, dado que la adicción al alcohol es un «gran conductor hacia la soledad del enfermo».1 En este sentido, la «fachada cultural» no es solo un fenómeno social, sino un diseño de marketing que ha logrado que la sociedad misma asuma la responsabilidad de disfrazar el problema.
III. Patrones de Consumo y Perfil Demográfico: Una Radiografía de la Realidad Venezolana
III.1. Cifras y contradicciones: La escasez de datos oficiales y la alarma social
La evaluación de los patrones de consumo de alcohol en Venezuela se ve obstaculizada por la falta de un sistema de datos epidemiológicos unificado y oficial. Las cifras existentes son fragmentadas y a menudo contradictorias, lo cual representa una barrera significativa para la formulación de políticas públicas basadas en evidencia. Por un lado, organizaciones de la sociedad civil como Alcohólicos Anónimos (AA) alertan sobre una crisis de proporciones masivas, estimando que «cerca de 3 millones de personas» en el país tienen problemas con su manera de beber.5 Esta cifra se ha vuelto cada vez más frecuente entre los jóvenes.5
Por otro lado, los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para 2020 reportan apenas 34 muertes en Venezuela directamente causadas por el alcohol, lo que representa solo el 0,02% de todas las muertes.9 Además, existen discrepancias en los informes de consumo per cápita, con una fuente reportando 3,0 litros y otra 8,9 litros.10 Esta falta de coherencia en los datos no solo dificulta el diagnóstico del problema, sino que también sirve para invisibilizarlo. La coexistencia de estas cifras tan dispares es un síntoma de una desatención institucional, que se manifiesta también en la atribución de causas a otros problemas. Por ejemplo, mientras las ONG de seguridad vial señalan el alcohol como factor de accidentes 11, el Instituto Nacional de Transporte Terrestre (INTT) atribuye hasta el 85% de los accidentes al uso de celulares, sin mencionar el alcohol.12 La ausencia de un registro oficial de la causalidad de los accidentes impide la implementación de campañas de prevención focalizadas y subestima el verdadero papel del alcohol.
III.2. Perfil demográfico del consumidor: Edad, género y clase social
El perfil del consumidor de alcohol en Venezuela es multifacético y desmiente viejos estereotipos. La investigación muestra que el consumo disminuye con la edad, con un 100% de abstemios en el grupo etario de ≥70 años, mientras que la mayor prevalencia se encuentra en el grupo de 20 a 44 años.13 Sin embargo, la alarma más significativa se encuentra en la población adolescente, que según Alcohólicos Anónimos, bebe «al menos una vez a la semana en grandes cantidades».8 Este patrón de «consumo pesado episódico» en la juventud presagia un grave problema de salud pública en el futuro.
La prevalencia del consumo también está correlacionada con el nivel socioeconómico y educativo. Un estudio en la Región Capital encontró que el consumo de alcohol disminuye con la edad pero aumenta con un mayor grado académico y un mejor estrato socioeconómico.13 Esto sugiere que, si bien la disponibilidad económica facilita el consumo, el problema no es exclusivo de un solo estrato social.
En cuanto a la dimensión de género, el alcoholismo ha sido históricamente considerado un problema predominantemente masculino, con una relación de 3 a 1 de frecuencia en hombres frente a mujeres.1 No obstante, una evaluación más profunda revela una realidad más preocupante. La prevalencia de
trastornos por consumo de alcohol en mujeres en la Región de las Américas es la más alta del mundo, superando a todas las demás regiones de la OMS.14 Este hallazgo matiza la estadística de consumo ligero y apunta a una patología más profunda en un grupo históricamente subestimado en el discurso sobre adicciones, demostrando que la crisis del alcohol no se limita a quién bebe más, sino a quién sufre más severamente por el consumo.
III.3. Tabla 1: Prevalencia y Patrones de Consumo de Alcohol en Venezuela (Compilación de Datos Disponibles)
Característica del Consumo | Cifra/Prevalencia | Fuente y Notas |
Personas con problemas de alcoholismo | Aproximadamente 3 millones de personas | Estimación de Alcohólicos Anónimos (AA).5 |
Prevalencia en adultos (Región Capital) | 4 de cada 10 adultos consumieron en el último mes | Estudio en la Región Capital de Venezuela.13 |
Consumo en adolescentes | El grupo de edad que bebe más consuetudinariamente (grandes cantidades al menos una vez/semana) | Alerta de Alcohólicos Anónimos.8 |
Prevalencia de consumo por edad | Disminuye con la edad; 100% de abstemios en ≥70 años. Mayor prevalencia en 20-44 años | Estudio en la Región Capital.13 |
Correlación con factores socioeconómicos | Aumenta con mayor grado académico y estrato social | Estudio en la Región Capital.13 |
Prevalencia por género (adicción/abuso) | Más frecuente en hombres (relación 3:1) | Se observa que la relación se reduce en grupos de edad avanzada.1 |
Muertes directamente causadas por alcohol (2020) | 34 muertes (0,02% de todas las muertes) | Datos de la OMS.9 |
Prevalencia de Trastorno por Uso de Alcohol en mujeres (Américas) | 5,1% (prevalencia más alta del mundo) | Dato regional de la OMS, aplica a las Américas, no solo a Venezuela, pero indica una vulnerabilidad particular en el género femenino.14 |
Nota del Analista: Esta tabla compila datos de diversas fuentes, lo que pone de manifiesto la falta de un sistema de vigilancia epidemiológica nacional. La escasez de cifras oficiales y la dependencia de estudios fragmentados o estimaciones de la sociedad civil dificultan un diagnóstico preciso y, por tanto, la planificación de políticas públicas efectivas.
IV. El Impacto Multifactorial y Sus Cadenas de Causalidad
IV.1. Consecuencias en la salud, la esfera personal y la familia
El impacto del alcoholismo se extiende mucho más allá de la intoxicación y se manifiesta en un deterioro sistémico que afecta la salud física, mental y la estructura social del individuo. A largo plazo, el alcohol es una de las «drogas más nocivas para el organismo», alterando y lesionando prácticamente todos los órganos corporales.1 Entre sus efectos se incluyen alteraciones neurológicas, muerte celular cerebral, problemas gastrointestinales, cardiopulmonares y disfunciones sexuales.1
El alcoholismo también crea un ciclo de patología personal y social que se retroalimenta. Conlleva la «pérdida de la salud mental», la destrucción de la economía y la familia, la pérdida de la autoestima y la «pérdida de imagen y respeto por parte de las demás personas».1 El resultado final es un «gran conductor hacia la soledad del enfermo».1 Esta soledad, a su vez, puede exacerbar el consumo, creando un círculo vicioso de desesperanza y adicción. Este proceso de desintegración personal y familiar es una consecuencia directa del problema, y es una dimensión que la simplista noción de «cultura etílica» ignora por completo.
IV.2. Alcohol como factor de violencia y accidentología
El consumo de alcohol es un factor causal en el aumento de la violencia y los accidentes, operando como un «facilitador de la conducta agresiva».1 Afecta las funciones cognitivas asociadas con la planificación y el control de las situaciones amenazantes, incapacitando al sujeto para manejarse adecuadamente en estas.4 Esto explica el incremento en riñas, agresividad verbal e incluso la comisión de asaltos.1
En el ámbito de la violencia intrafamiliar, el alcohol no es solo un factor catalizador, sino también un pretexto. El agresor utiliza el consumo de alcohol como un «justificante para ejercer la violencia» y eludir la responsabilidad penal.15 Esto revela que la agresión no es una consecuencia accidental de la embriaguez, sino que obedece a factores socio-culturales más profundos relacionados con el ejercicio del poder y el control sobre la mujer.15
Asimismo, el alcohol juega un papel en la alta tasa de accidentes de tránsito. Las ONG reportan un número significativo de muertes viales, con 122 fallecidos en abril de 2025 y 108 en febrero del mismo año.11 Aunque no se publican cifras oficiales sobre la relación directa entre alcohol y accidentes, las organizaciones de la sociedad civil señalan la «ingesta de alcohol» como una de las causas.11 La falta de datos oficiales y la narrativa gubernamental, que atribuye las muertes a otras causas 12, contribuye a la invisibilización de este problema, lo que impide la implementación de políticas de prevención efectivas.
V. Un Examen de la Respuesta Institucional y Social: Brechas y Oportunidades
V.1. Marco legal y políticas públicas: El dilema de la fiscalización
La respuesta del Estado venezolano al consumo de alcohol se encuentra en un dilema fundamental: el conflicto de interés entre la regulación fiscal y la responsabilidad de la salud pública. La «Ley de Impuesto sobre Alcohol y Especies Alcohólicas» se centra en la recaudación de impuestos sobre la producción, importación y venta de bebidas alcohólicas.17 Este enfoque económico convierte al Estado en un beneficiario financiero del consumo, lo que crea un incentivo inherente para no desincentivarlo de manera efectiva.
Este marco legal contrasta notablemente con el de otros países de la región, como Argentina, cuya «Ley Nacional de Lucha contra el Alcoholismo» prohíbe explícitamente la venta a menores de 18 años, regula la publicidad y declara la lucha contra el consumo excesivo de «interés nacional».19 La comparación evidencia una carencia en el marco legal venezolano de un enfoque holístico que priorice la salud pública sobre los ingresos fiscales. Además, los informes de la OMS para 2024 muestran una baja utilización de los fondos disponibles para la gestión de «factores de riesgo» en Venezuela 21, lo que corrobora que el problema, aunque reconocido en la teoría, no recibe la acción ni el financiamiento necesarios en la práctica.
V.2. El rol de la sociedad civil: Llenando el vacío institucional
Frente a las deficiencias del Estado, la sociedad civil venezolana ha asumido un papel protagónico en la prevención y el tratamiento del alcoholismo. Organizaciones como Alcohólicos Anónimos (AA) han desarrollado programas de recuperación que, según sus propias estimaciones, han ayudado a millones de personas a lo largo de los años.5 La capacidad de estas organizaciones para adaptarse a las circunstancias, utilizando plataformas digitales para sus reuniones 6, demuestra su resiliencia y su vitalidad.
La existencia de un amplio directorio de ONGs y centros de ayuda para el tratamiento de adicciones y violencia de género 22 es un síntoma de una necesidad social insatisfecha por las instituciones públicas. Estas entidades, que incluyen a la Fundación José Félix Ribas, Hogares Crea y otras, operan como un sistema de apoyo paralelo que compensa las deficiencias gubernamentales. La actividad de la sociedad civil evidencia que el problema del alcoholismo está siendo abordado activamente por la comunidad, lo que contrasta con la aparente pasividad de las instituciones estatales. La gran cantidad de personas con problemas de bebida que acuden a la sociedad civil para pedir ayuda demuestra que el problema es de una magnitud que las organizaciones no gubernamentales han tenido que intervenir masivamente.
VI. Conclusiones y Propuestas Estratégicas
VI.1. La falacia de la «cultura etílica»: Resumen de los hallazgos
El análisis exhaustivo de los patrones de consumo de alcohol en Venezuela revela que el término «cultura etílica» es una falacia. Este concepto no es más que un eufemismo conveniente que enmascara una patología social multifactorial. La investigación demuestra que el consumo de alcohol en el país está enraizado en factores socioeconómicos históricos, como la pobreza y la necesidad 2, y se ha visto perpetuado por una publicidad que manipula el deseo y la narrativa social.3 El problema afecta de manera desproporcionada a grupos demográficos vulnerables, como los jóvenes y las mujeres, desmintiendo viejos estereotipos de consumo.8 Además, el consumo excesivo está directamente vinculado a un ciclo de destrucción personal y familiar 1, y es un factor significativo en la violencia intrafamiliar y la accidentología vial, a pesar de ser sistemáticamente invisibilizado por la falta de datos oficiales.11 Finalmente, la respuesta institucional, centrada en la fiscalización en lugar de la salud pública, ha dejado un vacío que la sociedad civil ha tenido que llenar.17
VI.2. Hacia una política pública integral y multisectorial
Para dejar atrás la noción de una «cultura etílica» y enfrentar la realidad de la crisis de salud pública, es imperativo que el Estado venezolano adopte un enfoque proactivo y multisectorial. Se proponen las siguientes acciones estratégicas:
- Creación de un Sistema de Vigilancia Epidemiológica Nacional: Se debe establecer una entidad oficial dedicada a recopilar, analizar y publicar de manera regular y transparente datos sobre la prevalencia del consumo de alcohol, los trastornos por su uso, y su correlación con la violencia y los accidentes de tránsito. Esto permitiría la formulación de políticas basadas en evidencia, superando la actual fragmentación de datos.11
- Revisión y Actualización del Marco Legal: El gobierno debe reformular la «Ley de Impuesto sobre Alcohol» para incluir un enfoque integral de salud pública. Esto implica la regulación estricta de la publicidad, la prohibición de la venta a menores y la implementación de campañas de concientización masivas que desmientan la narrativa comercial y muestren las consecuencias reales del abuso. Un modelo como la Ley 24.788 de Argentina puede servir de referencia.19
- Fortalecimiento del Gasto en Salud Pública: Se deben asignar y utilizar de manera eficiente los fondos públicos destinados a la prevención y tratamiento de factores de riesgo, como se destaca en los informes de la OMS.21
VI.3. El papel de la sociedad civil y el ámbito educativo
La sociedad civil y el sector educativo deben ser reconocidos como socios clave en esta lucha.
- Fomentar la Colaboración Público-Privada: Se deben establecer alianzas estratégicas entre el Estado y las ONGs (como AA y FUNDARIBAS) para ampliar el alcance de los programas de prevención, tratamiento y rehabilitación, aprovechando la experiencia y el compromiso de estas organizaciones.22
- Integración Curricular de la Educación para la Salud: El Ministerio de Educación debe incluir en los programas escolares temas relacionados con los efectos del alcohol, el desarrollo de habilidades de toma de decisiones y la resistencia a la presión de grupo, con el fin de contrarrestar el alarmante consumo en la población adolescente.8
VI.4. Llamada a la acción y necesidad de investigación futura
El término «cultura etílica» ha sido una narrativa cómoda que ha permitido a la sociedad y al Estado evitar una confrontación seria con el alcoholismo. Este informe concluye que, más que una cultura, se trata de una crisis de salud pública que está afectando de manera desproporcionada a la población. Es un llamado a la acción para que todos los actores de la sociedad venezolana redefinan el problema y se comprometan a una respuesta integral. La investigación futura debe centrarse en generar datos primarios y oficiales que llenen las lagunas de información expuestas en este análisis, permitiendo así una comprensión más completa de la magnitud real del problema.
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